viernes, 23 de agosto de 2013

Seguridad y derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo

En el espacio de capacitación y debate del ciclo “Ciencias Sociales y Seguridad: Debates necesarios para la inclusión y la participación” se abordó en esta oportunidad, a partir de la investigación doctoral de la antropóloga Andrea Flores, la problemática del aborto y los obstáculos que se plantean en las discusiones en torno a él y a su despenalización; obstáculos nacidos de argumentos que desconocen el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo y que las muertes de muchas de ellas por las imposibilidades de acceso a un sistema de salud que contemple sus derechos es un serio problema que atañe, también, a la seguridad.



Con la participación de la doctora María Laura Postiglione (coordinadora de Mujeres de la Matria Latinoamericana), la doctora Graciela Abutt Carol (abogada del Foro de Mujeres), la licenciada Verónica Caliva (Fundación Entre Mujeres), y la compañera Romina Rade, actoras -todas ellas- territoriales involucradas en la problemática del aborto y comprometidas en la búsqueda de obtener soluciones efectivas para proteger los derechos a la salud de las mujeres, se realizó en el día de ayer el segundo encuentro del ciclo “Ciencias Sociales y Seguridad: Debates necesarios para la inclusión y la participación ciudadana”. En sala de reuniones del Programa de Desarrollo Territorial del Ministerio de Seguridad de la provincia, anexo Balcarce nº 388, reflexionamos el pasado miércoles 21, a cerca de la configuración del acceso a la salud sexual y reproductiva como un derecho y una presencia en la agenda de la seguridad ya que esta no es un fin en sí mismo, sino la estrategia, la acción que desde el Estado, y a partir de la interacción entre sus agencias y la comunidad, debe motorizar para la generación de condiciones para el ejercicio pleno de todos los derechos. Analizamos, además, cómo intervienen y poseen incidencia las masculinidades como elemento constitutivo de ciertas interpretaciones sesgadas sobre los derechos sexuales de mujeres y varones.

Partiendo de su trabajo de investigación “La cuestión del aborto: entre las regulaciones biopolíticas y las prácticas de libertad”, la antropóloga Flores desarrolló el concepto de “biopolítica” -autoría de Michael Focoult- mediante, ­­sobre las regulaciones en torno a los cuerpos de las mujeres en relación a la problemática del aborto; cómo fueron mutando a lo largo de la historia las  regulaciones del aparato Estatal por sobre el cuerpo y la natalidad (mortalidad) de las mujeres; expuso, además, la variabilidad (avances y retrocesos) de las legislaciones en el campo de la promoción de derechos de las mujeres para, finalmente, presentar y discutir el tracto histórico por el que los grupos feministas transitaron para el logro de conquistas a nivel legislativo y de agenda política, como así también los puntos en la reconstrucción del relato histórico que significaron represión, silenciamiento, muerte y exilio.

Foucault reconoce diversas formas de racionalidad política que articulan de manera específica los procedimientos encaminados a resolver el problema de "cómo gobernar" distinguiendo entre sociedades de soberanía, de disciplina y de seguridad. El biopoder emerge en el paso de las sociedades disciplinarias a las de seguridad como articulación de dos tecnologías: la anatomopolítica y la biopolítica. “El sexo es la ‘bisagra’ que articula los dos ejes a lo largo de los cuales se desarrolla la tecnología política de la vida”, explicó la antropóloga. “Se relaciona con el disciplinamiento del cuerpo (la domesticación, intensificación y distribución de sus fuerzas) y con la regulación de la población”, agregó. El sexo traduce tanto la "energía política" como el "vigor biológico" de una sociedad. No obstante, Foucault insiste en dejar de lado sexo y deseo a favor de la cuestión del uso de los placeres. Estos planteamientos de Foucault han sido problematizados por varias teóricas del feminismo. Por un lado, se denuncia el carácter masculinista de su retórica, el androcentrismo de su perspectiva y el pesimismo de su visión. Por otro, sirve de inspiración para llevar a cabo nuevos análisis de las tecnologías del cuerpo que ponen de manifiesto las diferencias específicas de género, así como la posibilidad de construir nuevos proyectos políticos a favor de la emancipación de las mujeres.

La noción de ‘biopolítica’ permite dar cuenta de las regulaciones en torno a los cuerpos de las mujeres en relación a la problemática del aborto: es en el momento que los procesos de natalidad y mortalidad entran en el campo de regulación del Estado que la práctica del aborto comienza a ser regulada, centrándose dichas regulaciones en el cuerpo de las mujeres.

Para Flores, el aborto entra al campo de regulaciones biopolíticas a partir de la emergencia del feto. Aquí aparece la figura del feto como un elemento diferente de la mujer embarazada, como entidad autónoma, como una vida discernible de quien la gesta: un nuevo nacimiento. Así nace el feto como entidad ontológica, biológica y política”, reveló la antropóloga.

Reseña histórica (1960 – 2003)


Seguidamente, Flores mencionó las primeras legislaciones sobre el aborto en Europa que datan del siglo XIX y avanzó al contexto nacional de nuestro país, donde las primeras legislaciones (prohibiciones) se conocen de 1887 cuando fue sancionada la Ley Nº 1920  que aprueba el nuevo Código Penal que incorpora artículos referidos a la penalización del aborto sin excepciones tanto para quien practicara el aborto como para la mujer “que violentamente causare su aborto o consintiere que otra persona se lo cause”, quien sería “castigada con uno a tres años de prisión; y si lo hiciere por ocultar su deshonra, con el minimum de esta pena”.

Avanzando en la linealidad histórica nacional, la antropóloga citó algunos ‘hitos’ con raíz en la década de los ’60, cuando comienzan a ser visibilizadas las primeras manifestaciones públicas de la problemática a partir del emblemático caso de  Natividad Frías, que posteriormente sentaría precedentes legales en un fallo plenario de la justicia nacional que marcaría el rumbo con relación a los casos de aborto y a la situación penal de las mujeres víctimas de esa intervención, además de configurarse como hecho revelador para reflexionar sobre la disyuntiva entre cumplir con la ley y el secreto profesional. Alude Flores en su investigación en torno al caso:

 “La mujer urgida por la necesidad de asistencia médica a raíz de un aborto provocado por ella misma o por un tercero con su consentimiento, conforma una grave situación dilemática: o solicita el auxilio médico para conjurar el peligro en que se halla y entonces se expone a la denuncia del hecho (…) o resigna incluso a la posibilidad de perder la vida (...) Me refiero a la suprema garantía de que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo, estampada en el art. 18 de la Constitución Nacional (…) La mera presencia ante el médico de la mujer autora o coautora de su propio aborto implica una autoacusación forzada por la necesidad impuesta por el instinto natural de la propia conservación, puesto que acude a él en demanda angustiosa de auxilio para su salud y su vida (…) Si nadie está obligado a declarar contra sí mismo -según derecho vigente- menos puede estarlo a sufrir las consecuencias de una autoacusación impuesta por necesidad insuperable…”.

Hacia la década de los ‘70 comienzan a emerger las primeras organizaciones feministas en la Argentina: hacia 1970 nace la Unión Feminista Argentina (UFA) y en 1972 el Movimiento de Liberación Feminista Argentina (MLF). Ambas organizaciones comienzan a replantearse la maternidad como destino y a enunciar el derecho al aborto.

Flores destaca en esta década, además, la firma de José López Rega, entonces ministro de Bienestar, de un decreto que disponía el control de la comercialización y venta de anticonceptivos, así como la prohibición del desarrollo de actividades directa o indirectamente destinadas al control de la natalidad. En este contexto es que la UFA hace circular un folleto en el que se expresa: “El embarazo no deseado es un modo de esclavitud. Basta de abortos clandestinos. Por la legalidad del aborto. Feminismo en marcha.
Los volantes del MLF también presentaban consignas en este mismo sentido: “El patriarcado es el poder despótico de todos los varones sobre la mujeres. (…) El patriarcado se opone a que la mujer sea una persona, que la mujer elija la maternidad o la rechace.

Ya llegada la democracia, retomadas y visibilizadas diversas luchas políticas, el 8 de marzo de 1984 las pancartas enarboladas por las feministas reclamaban: “Defendamos nuestros cuerpos y nuestras vidas. Basta de mercaderes de la medicina. Queremos parir y abortar sin riesgos. Maternidad libre y consciente. Despenalizar el aborto”, y sus cánticos exclamaban: “Aborto clandestino no es nuestro camino. Legalización es nuestra decisión.”

La antropóloga subraya en esta década el surgimiento de la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer (ATEM), uno de los espacios más activos y prolíficos del movimiento feminista que retoma la tarea de construcción del campo donde el aborto es entendido en tanto derecho. Esta Comisión esgrime la consigna Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, y elabora en 1990 un anteproyecto de ley sobre anticoncepción y aborto que “no sólo responde a una realidad social sino también se inscribe en que seamos [las mujeres] las que elaboremos las leyes que nos afectan directamente”, revela Flores.

Imagen extraída del trabajo de investigación de Andrea Flores. Marcha de las militantes integrantes de ATEM en el año 1984.

Para Flores es en la década de los ’90 cuando “el aborto accede a la agenda política”. En 1994, el presidente Menem antes de convocar a la Convención Constituyente (para la reforma constitucional que le permitiría presentarse a la reelección en su cargo), propone la incorporación en la Constitución –aunque sin éxito– de un artículo que proclamase el derecho a la vida desde la concepción. No obstante, en el año 1998 se establece, vía decreto de presidencia, la fecha del ‘día del niño por nacer’ en nuestro país – convirtiéndose en pionero de este tipo de declaración –, a partir de la consideración de “que especialmente en su etapa prenatal, el niño es un ser de extrema fragilidad e indefensión, salvo la natural protección brindada por su madre. (…) [y] que el derecho a la vida no es una cuestión de ideología, ni de religión, sino una emanación de la naturaleza humana”. Menem recibe el apoyo de la Iglesia en estas dos acciones y en esta última obtiene un reconocimiento del Vaticano.

En la Provincia de Salta, la fecha del Día del Niño por nacer, es instituida en el año 2005 durante el mandato de Juan Carlos Romero, asumiendo el Poder Ejecutivo Provincial la obligación de difundir el valor de la vida y sus derechos desde la concepción, coordinando actividades informativas y educativas referidas a los Derechos del Niño por Nacer”.

En el año 2003, en el ENM, en la ciudad de Rosario se conforma una Asamblea por el Derecho al Aborto. “Es en el XVIII ENM donde el tema del derecho al aborto adquiere una relevancia y una extensión importante. Es allí donde se realiza una asamblea por el derecho al aborto al finalizar los talleres de la primera jornada, que dará lugar a acciones nacionales y estrategias conjuntas sobre el pedido de su legalización”, sostiene Flores.


En esta Asamblea se convoca a un Encuentro Nacional por el derecho al Aborto a realizarse en mayo de 2004. De aquí nace el impulso para la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Álbum con todas las imágenes:


2013-08-21 Capacitación Derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y la seguridad

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